Un 13 de diciembre pero de 1939 se libraba frente a las costas de Punta del Este, La Batalla del Río de la Plata, entre tres cruceros británicos y el buque alemán Graf Spee.
Ya habían muerto al menos 36 alemanes. Nada más lejos, en ese escenario infernal, que las escenas de batalla que nos muestra el cine. El capitán Langsdorff, del Graf Spee, fue herido pero se empeñó en seguir dirigiendo el combate hasta que se le informó que se acababa el combustible y que no se podían reparar los daños. Decidió entrar al puerto de Montevideo. Uruguay era hasta ese momento, un país neutral con respecto a la Guerra recién desatada, aunque simpatizaba con los aliados.
El único astillero en condiciones de reparar los daños del buque se negó a porque el padre del dueño había sido muerto por los alemanes en la Primera Guerra.
El capitán Langsdorff le dijo: “¿Sabe que yo puedo volar Montevideo?”, amenaza que recibió esta respuesta: “Sé que puede, pero no lo va a hacer porque usted es un caballero”. En esos términos se trataban los enemigos hace poco más de sesenta años.
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